viernes, 2 de julio de 2010

Ensayos sobre la Crisis de la Modernidad

1er Consigna de la materia Pensamiento Contaemporáneo. Cátedra Nicolás Casullo. Facultad de Ciencias Sociales: Escriba un ensayo sobre la crisis del proyecto moderno hacia fines del s.XX. Incluya referencias hacia las tensiones originales de la modernidad en los s. XVIII y XIX (ilustración, romanticismo, crítica).

“¿Deberíamos tratar de revivir las intenciones del iluminismo o reconocer que todo proyecto de la modernidad es una causa perdida?” – se preguntaba Habermas en su texto “Modernidad: un proyecto incompleto”, de 1995.
¿Por qué se pregunta esto? Él reflexiona ante un momento en la historia, en nuestro presente caracterizado por el debilitamiento, la ruptura o crisis de los modelos que estructuraron tanto las prácticas como los imaginarios sociales, filosóficos, culturales, hasta la propia sensibilidad humana.
Para caracterizarlo podría seguir parafraseando discursos, pero prefiero utilizar una anécdota personal: Hace un par de meses mi hermana desde Alemania decidió casarse dentro de un año. Ante la llegada de correos electrónicos con fechas y planificaciones de vuelos con 1 año de antelación y además pedidos de compromiso de mi parte de atender a todas las visitas, una de mis respuestas fue “no sé qué será de mi vida en un mes y ¿pretendés que sepa qué será de mí en un año?” Personalmente lo siento como una vida focalizada en el presente; sin compromiso por el futuro y mucho menos en el pasado. Una perdida de los horizontes, las metas, las utopías. Hasta quizás la certeza de la no certeza. Este es el proyecto incompleto, desdibujado del que habla Habermas.
Ante esta situación él propone no desestimar el Proyecto de la Modernidad, sino destacar lo que él considera valorable del proyecto iluminista, la esfera de la tradición y el arte teniendo fé (mencionando también a Condorcet) en que ésta abriría paso a “promover no sólo el control de las fuerzas naturales sino también la comprensión del mundo y del individuo, el progreso moral, la justicia de las instituciones y la felicidad de los hombres.” La esfera de la conciencia hizo su parte y restaría la del arte, la de los valores, de la cultura, de las tradiciones. Ese es uno de los caminos que se plantean ante la crisis del Proyecto.
Ya vamos a llegar a un segundo camino que vale la pena mencionar pero antes me gustaría abordar las tensiones y contradicciones propias de la modernidad que podremos llamar quizás “causantes” de esta Crisis.
El Proyecto de la Modernidad se pensó como una historia “para la libertad del hombre, para la autonomía del sujeto, para la emancipación de la humanidad, para la búsqueda permanente de la novedad, y creyó en la evolución, en el progreso, en la superación de los pasados, en el desarrollo indefinido del conocimiento y en la técnica bienhechora para el hombre”, como bien los explica Casullo en su libro “Itinerarios de la Modernidad”. Sin embargo, justamente porque esa configuración del Proyecto fusionaba distintas perspectivas acerca del camino, se decidió sustentarlo en la Razón, desvinculada de los mitos y las escenas imaginarias con que antes se había intentado definir las cosas, qué somos, para qué estamos acá. Todo el conocimiento se sustentó sobre la metodología científico-técnica y –en mis palabras- se cambió un Dios por otro: el de la verdad a ser descubierta. Casullo también menciona este método: “la ciencia, la filosofía moderna, tienen una matiz absolutamente religiosa, bíblica: tienen que reconstruir la verdad.” Y quien descubre esa verdad es un sujeto que racionaliza y desacraliza al mundo. Sobre ese sujeto radica ¡lo que vamos a ser o llegar a ser! ¿Cuál va a ser la subjetividad, el punto de vista, que habla, la conciencia filosófica que le ponga el sello al mundo?
Y es aquí donde me gustaría retomar a otro autor que es George Steiner, que nos puede servir como disparador para cuestionarnos un poco al menos sobre los métodos en los que se sustenta el conocimiento: parado desde una posición relativista nos dice “cualquier compresión coherente de lo que es el lenguaje y de cómo actúa, que cualquier explicación coherente de la capacidad de habla (…) para comunicar significado (…) está garantizada por el supuesto de la presencia de Dios.” Él propone la rotura, el falseamiento de los cánones y de las guías que sustentan el conocimiento. No lo traigo a colación como propuesta final ante la problemática o la crisis de la modernidad, sino como una alternativa de óptica (entre otras) para empezar a ver las cosas con otro punto de vista al racional, positivista.-

Ensayo 2: Temática libre sobre la Crisis de la Modernidad.
Introducción
El objetivo del presente es –a partir de un incidente que me toca de cerca, porque se produjo en mi ciudad natal- dar cuenta de las contradicciones que invaden nuestros tiempos en materia de ideas y pensamientos.
Para esto, antes de continuar con este abordaje, es necesario incorporar varios conceptos en la mente del lector, que guiarán la lectura entre líneas y servirán como pilares de abordaje a lo largo de todo el texto. Texto que, además, cuenta con el primer parcial[1] como condición de producción (no excluyente, pero sí complementaria) de muchas articulaciones que se llevarán a cabo en el presente y se supondrán como aprehendidas.
Ideas para no perder de vista
En mi parcial anterior hice referencia a la imposibilidad de algunas personas, culturas y hasta países, de proyectar, planificar o pensar a largo plazo: “No sé qué va a ser de mi vida de acá a tres meses, y ¿voy a saber dónde voy a estar de acá a fin de año?”-le respondía mi madre a mi hermana sobre la planificación de su boda.
Este pensamiento a mediano plazo e imposibilidad de planificación, fue considerada en el citado ensayo, como ejemplo y consecuencia de una crisis y estancamiento de los valores e ideales instaurados en la modernidad: desmoronamiento de los colectivos ideológicos; auto destrucción del ser y pérdida de conciencia y respeto por la naturaleza, a la vez del desarrollo abrumador de la tecnología y del sistema capitalista.
Yendo más hacia el individuo en sí, según el psicólogo norteamericano Abraham Maslow, “todo ser humano se rige en la vida por una pirámide de necesidades las cuales necesitan irse satisfaciendo en orden ascendente si se quiere llegar a la plenitud.”[2]
Las cinco necesidades identificadas por Maslow son:
  • las Fisiológicas, la primera prioridad del individuo relacionadas con sus supervivencia;
  • las de Seguridad, se busca la creación y mantenimiento de un estado de orden y seguridad, entre las cuales se encuentran la estabilidad, el orden y la protección. “Estas necesidades se relacionan con el temor de los individuos a perder el control de su vida y están íntimamente ligadas al miedo, a lo desconocido, a la anarquía”;
  • las necesidades Sociales que tienen que ver con la motivación por la compañía del ser humano, con su aspecto afectivo y su participación social (comunicarse con otras personas, establecer amistad, pertenecer a un grupo);
  • las necesidades de Autoestima radican en el querer sentirse apreciado, tener prestigio, éxito, la autovaloración y el respeto a uno mismo;
  • y finalmente tenemos las motivaciones de Autorrealización, en las que en este nivel el ser humano requiere trascender, dejar huella, realizar su propia obra, desarrollar su talento al máximo. Como se podrá inferir, algunas necesidades son básicas, las que comparte el hombre con el resto de los seres vivos; otras, son las necesidades sociales, consecuentes del momento histórico y el contexto social en que se vive.
Esta última necesidad de autorrealización de la pirámide de necesidades es la que me gustaría tener como fondo para continuar con lo que sigue.
Como se podrá observar a simple vista, en la práctica e implementación de estos dos conceptos, ya hay una disparidad porque el pensamiento a corto plazo hace referencia a las primeras necesidades de la pirámide; mientras que la idea de trascendencia abarca una mirada más a largo plazo.
El puntapié
Hace dos semanas, en San Carlos de Bariloche, mi ciudad natal, aconteció un hecho de “gatillo fácil” que terminó con la vida de un “conocido” raterito de escuela, "portador de apellido", integrante de una conocida y numerosa familia con antecedentes delictivos. El dudoso accionar de las fuerzas de seguridad motivó –además del intento de trasladar del barrio o cerrar, la seccional a la que pertenecía el policía- una marcha en defensa de los derechos humanos que también desencadenó con la dudosa muerte de dos manifestantes. Generándose así, una “rabieta” mediante la cuál se destrozaron comercios, automóviles y demás mobiliarios que impactaron directamente en el corazón del resto de la población que no estaba participando de la manifestación en contra del accionar policial.
Ante esta situación de alteración del status quo, manifestación violenta y destrucción, se movilizaron algunas personas en reclamo de mayor seguridad y a favor de las fuerzas de seguridad diciendo “policía sí, chorros no”.
Perfil Psicográfico del target barilochense
No se cree que María Esperanza Casullo, en su nota que sacó en el Página 12 al hablar del “Alto y el Bajo de la ciudad”, haya descripto en su totalidad el perfil psicográfico de la ciudad al decir que “El Bajo es una ciudad rica, dedicada al turismo y al ski y llena de camionetas cuatro por cuatro. La ciudad del centro, el Bajo, se imagina a sí misma suiza o alemana. Es una ciudad que organiza su famoso desfile de “colectividades extranjeras”, pero que en realidad es el desfile de los descendientes de alemanes, austríacos y suizos, ya que no desfilan ni los descendientes de chilenos ni los miles de bolivianos que ahora viven allí. Es una ciudad en donde el Ejército y la Iglesia tienen todavía una gran presencia. Es la ciudad en donde hubo una marcha de vecinos para pedir que no extraditaran a Erich Priebke. El Alto, del otro lado de la cadena de cerros que le da a Bariloche su espectacular vista, no tiene nada de eso. No tiene asfalto, no tiene gas, no tiene cloacas y no tiene casi transporte público. No tiene vista al Nahuel Huapi, ni a ningún otro lago. Tiene, o tenía hasta hace poco, el desempleo más alto de la provincia de Río Negro. No tiene hospital, no tiene basurero. Tiene mucha población joven, altas tasas de delito y muchos homicidios, varios de ellos a manos policiales.”[3]
Es necesario realizar una mínima mirada hacia la historia de esta ciudad para intentar comprender las características de ese Bajo del que habla la periodista.
Compuesta por alrededor de 120mil habitantes, con un poco más de 100 años de historia, dedicada principalmente a la industria del turismo y habitada en los primeros años por inmigrantes europeos, entre ellos Italianos, suizos, holandeses, alemanes, daneses, españoles (algunos huyendo del peligro de la Gran Guerra, otros –muy distintos-, habiendo aceptado las ofertas del General Perón de reubicarse entre sus tierras). En los años 70 -y posteriormente también, luego del 2005- hubo una nueva inmigración de habitantes, pero en este caso argentinos provenientes de conflictos de las grandes ciudades: algunos escabulléndose entre las montañas al totalitarismo de los gobiernos de facto; luego otros tantos recluyéndose en sus casas de las amenazas de los secuestros Express.
Como se podrá observar, no sólo es una sociedad pequeña y fragmentada por una variable económica entre ricos y pobres (altos y bajos), protegidos y desprotegidos, sino que también la misma clase media barilochense está atravesada por corrientes ideológicas distintas unas de la otra y contradictorias entre sí.
Culebrón entre Facebook, Mates y “Cupcakes”
Estas dos manifestaciones, una después de la otra, dieron cuenta de la fragmentación no sólo social, sino también la heterogeneidad ideológica que caracteriza a la ciudadanía de Bariloche en particular, pero a cualquier ciudad -o hasta incluso barrios- de nuestro país y continente.
Ciudadanía que habitualmente se preocupa por los índices del turismo, el clima y la nieve ó las problemáticas de “la gran ciudad” que se observan a lo lejos, vio afectada su agenda por estas dos manifestaciones, despertando apasionados debates sobre las vías de resolución de estos problemas: llegándose a cuestionar sobre el mismo poder y derecho de la decisión de quien merece vivir, y quien merece morir.
Se relevaron testimonios de distintas personas de diferentes ámbitos, una muestra de alrededor de 20 personas entre los 25 y 45 años, compuesta por hombres y mujeres profesionales (o en vías de) entre los cuáles se destacan: “Hay que matarlos a todos”; “Con estos negros no se puede vivir”; “Nos matamos trabajando para que vengan y nos rompan todo”; “esto nos va a afectar la temporada”; “Policías sí, chorros no”; “Hay que dar contención a los pobres”; “No hay que matarlos”; “fuera los policías fachos”; “¿donde estaban estos zurditos la otra vez cuando unos chorros mataron un tipo?”; “me da vergüenza facholoche”; “este país está tan hecho mierda, que hasta un pibe de 3 años en una villa ya es irrecuperable”.
En la nota que más arriba hacíamos referencia, la autora cerraba otorgándole al estado la responsabilidad de encontrar vías de resolución de este tipo de conflictos, de manera tal de evitar la apropiación y naturalización de los discursos neoliberales y conservadores: “Los gobiernos progresistas necesitan descubrir qué hacer con la demanda ciudadana de seguridad, qué hacer para subsumir las fuerzas de seguridad al poder civil, y qué hacer para bajar las tasas de delito de manera a la vez efectiva y respetuosa de los derechos humanos. Mientras estas políticas públicas y estos discursos no existan, la seguridad seguirá siendo el puntal de una derecha cultural que naturaliza y legitima el uso de las fuerzas de seguridad como garantes y sostenedores de la dominación represiva de amplios sectores sociales.”[4]
Sin embargo -y teniendo en cuenta el tema que nos compete que es el de la Crisis de la Modernidad-, tanto la sugerencia de la autora como el tipo de opinión conservador, se podría caracterizar como a “corto plazo”, ya que se sustenta sobre variables en las que el modelo de producción capitalista tiene una ponderación protagonista. Se sustenta sobre las primeras necesidades de las que habla Maslow: la supervivencia, la seguridad y el trabajo.
La mirada hacia el futuro
A modo de conclusión, rescatamos que debates tan filosóficos y ontológicos como estos, al igual que el del Matrimonio Gay, el Aborto, la drogadicción, la eutanasia, deberían darnos la oportunidad de encaminarnos hacia un pensamiento y una visión más trascendental y “holística”. Trascendental en el sentido “Maslowniano” de la última jerarquía de necesidades. Ya no debería tratarse en encontrar políticas y soluciones de izquierda o de derecha, sino un punto de vista a largo plazo. La historia de nuestra modernidad ya demostró las debilidades y falencias que ambas corrientes ideológicas implicaron: la Supremacía de la Especie terminó con el surgimiento de Auschwitz. Las soluciones gubernamentales a corto plazo, en nuestro país, deberían haber quedado obsoletas al caer la Ley de Convertibilidad, sino antes.
El suceso en Bariloche, como tantos otros, es uno de los indicios de esta crisis, que nos deben ayudar a reconocer que el binarismo positivista (platónico y cartesiano) y el “oligopolio” político son herramientas obsoletas que deberemos dejar atrás. Parte de esta crisis de la modernidad es seguir intentando –a través de la palabra o la simple violencia entre civiles- encontrar respuestas en (o intentar callar a) colectivos ideológicos como en los debates entre izquierda y derecha.
Sin entrar en redundancias, sino complementando y continuando lo que mencionaba en mi parcial anterior, tomábamos a Habermas, Castoriadis y Steiner como distintos puntos de vista a la hora de encarar la crisis de la modernidad, habiendo hecho una profundización sobre la propuesta de este último de romper con los cánones establecidos anteriormente y –de cierta forma- volver a empezar. Una visión más relativa (¿insegura, quizás?) y un tanto menos nostálgica que la de Castoriadis respecto de los ideales que instauró la Modernidad.
Como refuerzo de esta propuesta y –de la mano con el concepto de “necesidad de trascendencia” mencionado previamente- podremos proponer una visión no tan “ombliguista” ni fragmentaria como las soluciones propuestas por corrientes de derecha o de izquierda, sino más bien integradora, que mire hacia los costados.
Alain Finkielkraut en La Sabiduría del Amor[5], dice que “La realidad humana ya no se define por la razón o el entendimiento, sino en virtud del enredo del encuentro con los demás y la relación con el ser.” Continúa diciendo que sólo a partir de la relación con los otros, nos definimos a uno mismo, de hecho no somos nosotros quienes nos definimos, sino que es en la lucha, en esa interacción que, el otro (ése otro) se apropia de nuestro ser, y lo define en base a lo que proyectamos.
Ahora, ¿Sobre qué tipo de razonamiento nos sustentamos a la hora de decidir quién vive y quién muere o quién merece ser padre y quien no? ¿Cuál es la Verdad de la que hablamos? Una Verdad Absoluta, “hosperiana”[6], inalcanzable y sustentada sobre un Dios supuestamente inexistente; ó en cambio una Verdad, “Foucaultiana”[7], sociohistoria y relativa? ¿Qué tipo de razonamiento es que el que desarrollamos a la hora de generar tal valoración y juicio de verdad?
Todas estas preguntas tienen múltiples respuestas. Es por esto que, a modo de cierre, se deja una puerta semi abierta para, en un futuro, entrar de lleno en otra instancia reflexiva ya que quizás, el camino no esté en Occidente: “el hombre se convierte en la cosa –dice Izutsu[8]- perdiendo su identidad existencial y fundiéndose enteramente en el objeto. El ser humano se convierte en flor. El hombre se convierte en bambú. (…) Esta experiencia no se asienta más que si el ser humano llega a percibir en su propia conciencia espiritual que esa flor o que ese bambú con los que se ha identificado contienen el mundo total del ser”.-

[1] PRIORI SÁENZ, I., Primer parcial domiciliario, PCPC, Casullo, Mayo 2010.
[2] SARDEGNA, M., Manual de Creatividad publicitaria, La Ley, Buenos Aires, 2003, p. 50.
[5] FINKIELKRAUT, A., La Sabiduría del amor, “El encuentro con los demás”, Gedisa, p. 14.
[6] HOSPERS, J., Introducción al análisis filosófico, Alianza, Madrid, 1982.
[7] FOUCAULT, M., Microfísica del poder, “Verdad y poder”, La piqueta, Madrid, 1980.
[8] TOSHINIKO, I., El koan zen, “El interior y el exterior en el budismo Zen”, p. 115. El subrayado es mío.

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